Las manetras en las que se representan las alergias son múltiples y variadas entre los más pequeños, pero a parte de las afecciones puramente físicas, estas alergias infantiles tienen consecuencias que van más allá. Ahora, un estudio ha revelado que las niñas y niños españoles de entre 6 y 11 años diagnosticados con alergias presentan además un impacto emocional y conductual.
El estudio ha observado a través de una muestra compuesta por 366 familias, que los niños alérgicos tienen puntuaciones significativamente más altas en las escalas que indican la prevalencia de problemas emocionales y de comportamiento, hasta el punto de que se estima que tienen casi el triple de riesgo de desarrollar dificultades psicológicas en comparación con los niños y niñas que no padecen alergias.
En este sentido, María Pilar Berzosa-Grande, psicóloga clínica, profesora del Departamento de Ciencias de la Salud de UNIR e investigadora en este estudio, ha explicado que “en las consultas íbamos viendo un patrón de sensibilidad no sólo a ciertos alérgenos sino también a nivel de carácter, y si bien no hay datos para corroborar esa mayor sensibilidad, si pudimos estudiar los comportamientos y las emociones y vimos que los niños y niñas con alergia sufrían mayor vulnerabilidad al cansancio, tenían más rabietas, alteraciones del sueño, menos paciencia, déficit de atención y pensamientos rumiantes, entre otras alteraciones”.
La investigadora ha continuado advirtiendo que “el cuerpo y la mente están unidos y no se pueden ver como compartimentos estancos” y señalando que “a veces, si no se tienen en cuanta los factores que pueden alterar a los menores, se puede caer en el simplismo de creer que pueden ser impertinentes, o rabiosos, o contestones, pero a lo mejor es que estos niños al llegar a las ocho de la tarde ya no pueden más porque su organismo no aguanta el ritmo que se les está imponiendo y que tal vez un niño sin alergia sí puede soportar”.
Así las cosas, la experta considera que la coordinación con las familias y la adaptación del entorno y las condiciones de vida son fundamentales. “No podemos exigir a los niños que rinden pase lo que pase porque tal vez les estamos exponiendo a situaciones que no pueden soportar”, ha continúado para añadir que “de hecho, en el caso de las alergias alimenticias se suele entender mejor porque el riesgo es tan grande que se tiene mucho más cuidado, pero la rinitis alérgica es lo que más afecta psicológicamente a los niños y niñas y nos encontramos por ejemplo con familias que tienen perros o gatos aun sabiendo que su hijo es alérgico o con niños obligados a salir al patio cuando en ese entorno hay árboles que no le permiten respirar bien”.
Berzosa-Grande recomienda reajustar las pautas familiares y establecer parámetros generalizados, de manera que "cuando un niño padece una alergia alimentaria, eso genera mucho estrés en casa y muchas veces se tiende a aumentar la protección sobre ellos, creando en los hermanos una sensación de desatención. Es importante que las pautas que se establezcan en casa sean iguales para todos”, y recomienda hacer partícipe a todo el entorno de la alergia que padece el niño.
Para estos casos, los expertos recomiendan especialmente la observación de los menores teniendo en cuenta que las alergias pueden provocar alteraciones y descartando tanto que se deban a otros factores de carácter o comportamiento. “Si vemos que mejoran el fin de semana, puede ser un indicador de que durante la semana lo pasan mal porque la alergia les impide llevar el ritmo de extraescolares. Si notas que en primavera está más cansado, igual es que es alérgico”, ha señalado la experta.
Por este motivo, la experta recomienda observar, escuchar y readaptar los tiempos y los entornos con pautas generales que sirvan a todos los hijos de la familia para que no haya problemas por el hecho de prestar más atención a uno de ellos.