El consumo de fibra dietética, lejos de ser suficiente o excesivo en la población occidental, suele ser deficitario; y como compensación, algunos lo sustituyen con suplementos alimentarios artificiales basados en diversos tipos de fibra. Sin embargo, en algunos casos estos suplementos pueden ser perjudiciales, como es el caso de la inulina, un tipo de fibra dietética naturalmente presente en algunos alimentos como plátanos o alcachofas, pero cuyo consumo en forma de suplemento se habría ligado a un aumento de riesgo de determinadas alergias alimentarias, y de algunos tumores como el cáncer de hígado.
Un nuevo estudio publicado en la revista Nature sugiere que la inulina se relacionaría con la inflamación comúnmente asociada al estado alérgico a nivel pulmonar e intestinal.
La inulina es conocida por sus propiedades antiinflamatorias, siempre y cuando se consuma de forma natural, pero su consumo como suplemento parece ser algo diferente, según han corroborado los investigadores del Centro Friedman para la Nutrición y la Inflamación, y el Instituto Jill Roberts para la Enfermedad Inflamatoria Intestinal de Weill Cornell Medicine, junto al Instituto Boyce Thompson del Campus Ithaca de Cornell.
Este nuevo estudio sugiere que la inulina es capaz de alterar el metabolismo de ciertas bacterias intestinales, desencadenando lo que se conoce como inflamación tipo 2 en el intestino y los pulmones; hasta el punto de que se cree que esta inflamación ha evolucionado en los mamíferos como un mecanismo de defensa frente a infecciones parasitarias, y también forma parte de la cicatrización normal de las heridas.
Así las cosas, una activación inapropiada de la misma es precisamente la base de las alergias, el asma y otras enfermedades inflamatorias.
La inulina se encuentra en pequeñas cantidades en una gran variedad de frutas y verduras, incluyendo espárragos y el ajo. Además, también se encuentra con cierta frecuencia en los suplementos alimentarios ricos en fibra de venta común; hasta el punto de que el consumo de inulina se relaciona con un aumento de poblaciones bacterianas intestinales beneficiosas, las cuales a su vez aumentan los niveles de células inmunes antiinflamatorias conocidas como células T reguladoras.
En este nuevo estudio los investigadores han querido examinar los efectos de la inulina de forma más exhaustiva, y dieron a un grupo de ratones una dieta rica en inulina durante dos semanas, y a otro grupo una dieta sin ella, y posteriormente los compararon.
Según sus hallazgos, la dieta rica en inulina aumenta la cantidad de células T reguladoras, pero también los niveles de un tipo de glóbulo blanco llamado eosinófilo, un signo clásico de la inflamación tipo 2 y típicamente asociado a estados de alergia estacional y asma.
En última instancia, los investigadores descubrieron el recorrido de la inulina para provocar este aumento de células inmunes, ya que provoca el crecimiento de un grupo de bacterias llamado Bacteroidetes, presente en humanos y en ratones, unas bacterias que a su vez provocan un aumento de ácidos biliares en la sangre, y estos a su vez activan un tipo de células inmunes llamadas células linfoides innatas del grupo 2 o ILC2.
De esta manera, al final de la cascada de reacciones, se acaban activando los eosinófilos como consecuencia, y para comprobar si esto es evitable, los investigadores eliminaron el receptor de ácidos biliares, logrando así anular la inflamación inducida por la inulina, lo que sugeriría que los cambios en el metabolismo de los ácidos biliares a cargo del microbioma intestinal subyacen a los efectos de la inulina.
La inulina empeora la inflamación tipo 2 de las vías respiratorias que ya se hubiese producido previamente por alérgenos, pero el hecho de que también colabore en producir células T reguladoras podría contrarrestar su efecto proinflamatorio. Además, una mayor inflamación tipo 2 también implica mayor producción de mucosidad protectora en pulmones a intestino, por lo que no tiene porqué ser dañina en personas sanas, según explican los investigadores.