La espirometría forzada con prueba broncodilatadora es una técnica esencial tanto para el diagnóstico como para el seguimiento de los pacientes que padecen asma bronquial, y su infrautilización aumenta el riesgo de sobrediagnóstico o infradiagnóstico de asma y, como consecuencia, aumenta el riesgo de prescripciones de medicamentos inadecuados.
La evaluación objetiva de la función pulmonar en el seguimiento es un elemento importante para controlar la respuesta, y predecir el riesgo futuro en los pacientes con asma. En este sentido, el doctor Miguel Ángel Díaz Palacios, jefe de Alergología del Hospital Universitario y Politécnico La Fe, en Valencia, ha explicado que “la evidencia sugiere que un volumen espiratorio forzado en un segundo (FEV 1 ) <60 % del valor teórico es un factor de riesgo independiente para las exacerbaciones y la obstrucción fija del flujo de aire. Por lo tanto, evaluar el FEV1 puede ayudar a identificar a los pacientes que necesitan ajustes en la medicación”.
De este modo, según cuenta el portal El Médico Interactivo, es evidente que el seguimiento adecuado del asma evaluado mediante la clínica y cuestionarios y opiniones del paciente no es suficiente, según el experto, que defiende que "la espirometría debe incluirse en el seguimiento del paciente con asma a los 3-6 meses de iniciar el tratamiento controlador y con una cadencia variable según evolución clínica", para añadir que “en un paciente con asma moderado o grave persistente debería realizarse como mínimo anualmente”.
Por su parte, la doctora Olalla Verdeguer, alergóloga en el Hospital Luís Alvanyís de Xàtiva, en Valencia, ha explicado que es recomendable realizar una espirometría con prueba broncodilatadora incluso cuando los valores espirométricos basales se encuentren en los límites de referencia, ya que, de esta manera, se minimiza la posibilidad de infradiagnóstico en aquellos sujetos con valores en rango normal, pero con prueba broncodilatadora positiva.
Según la encuesta Alergológica 2015, alrededor del 75 % de las Unidades de Alergia cuenta con, al menos, un espirómetro; y una vez que un paciente está diagnosticado, se suele tratar de identificar el fenotipo de cara a establecer la prescripción terapéutica más adecuado. Si tenemos en cuenta que un elevado porcentaje de pacientes asmáticos son alérgicos a uno o varios alérgenos ambientales y que la exposición a estos pueden condicionar la evolución clínica de la enfermedad, será conveniente realizar una analítica para conocer los valores IgE, tal como sugiere el doctor Juan José Liñana, alergólogo en el Hospital Universitario de la Ribera, en Alzira (Valencia).
La finalidad del estudio alérgico es determinar la existencia de sensibilización a aeroalérgenos que influyan en el desarrollo del fenotipo de asma alérgica, o que desencadenan exacerbaciones. Teniendo esto en mente, el doctor Ramón Rodríguez, alergólogo en el Hospital General Universitario de Elda, Alicante, ha resaltado que la prueba de punción intraepidérmica con extractos estandarizados, es el método más eficaz por su alta sensibilidad, su bajo coste y la posibilidad de valoración inmediata.
Estas pruebas consisten en aplicar en la cara anterior del antebrazo una pequeña cantidad de diferentes extractos preparados y, posteriormente, hacer una punción intradérmica con una lanceta para intentar poner de manifiesto la existencia de anticuerpos específicos frente a estos alérgenos.
Por otro lado, en la gestión del asma no hay que olvidar la presencia de comorbilidades pulmonares y extrapulmonares que pueden complicar esta gestión en todos los grupos de edad, y pueden afectar a su control, a la persistencia de los síntomas e incluso la evolución natural de la enfermedad.