Cuidado con los antihistamínicos...!

Cuidado con los antihistamínicos...!

Los medicamentos para luchar contra las alergias, y más en concreto los antihistáminicos de segunda y tercera generación tienen menos efectos secundarios que los más antiguos, pero eso no quiere decir que se puedan o deban comprar en la farmacia sin receta, por lo que acudir a un especialista resultará fundamental a la hora de evaluar la gravedad de la sintomatología y la necesidad de prescribir este tratamiento.

 

Con la llegada de la primavera, llegan también los agentes externos que provocan los síntomas de congestión nasal, lagrimeo, estornudos, tos seca, enrojecimiento de ojos, pitidos al respirar, entre otros. Según datos de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC) las enfermedades alérgicas por pólenes afectan en nuestro país a más de ocho millones de personas, siete de los cuales son alérgicos a gramíneas seguidos en orden decreciente por alergia al olivo, arizónica, plátano de sombra, salsola y parietaria. En el centro peninsular, los pólenes más frecuentes son los de gramíneas, olivo y arizónica.

Aunque, según las previsiones, esta primavera no va a ser especialmente problemática para los alérgicos- ya que los niveles de polen de gramínea o de ciprés se mantienen "sorprendentemente bajos", la incidencia de rinitis alérgica estacional (fiebre del heno) y la gripe si está causando estragos en la población. No todas las alergias requieren tratamiento.

Algunas pueden desaparecer al evitar el contacto con el alérgeno pero, si los síntomas continúan, es necesario además tomar alguna medicación como un antihistamínico. Acudir a un especialista es fundamental para poder evaluar la gravedad de la sintomatología y la necesidad de prescribir un tratamiento. Los antihistamínicos actúan bloqueando una sustancia química que provoca el síntoma (histamina) y la libera el sistema inmunitario durante una reacción alérgica. Con ello se logra que la histamina no llegue a producir sus efectos sobre la piel (picor, habones o ronchas, etc.), ni en la mucosa respiratoria (lagrimeo, picor nasal y ocular, estornudos, destilación, etc.).

Además, algunos antihistamínicos presentan también propiedades antiinflamatorias, inhibiendo la propia liberación de histamina por los mastocitos y frenando, hasta cierto punto, el desarrollo de las reacciones alérgicas.

Dentro de ellos hay dos grupos: los clásicos o de primera generación, que causan sedación y diversos efectos anticolinérgicos, en general indeseables, tales como sequedad de boca, visión borrosa, estreñimiento, o retención de orina; y los antihistamínicos no sedantes o de segunda generación, que son más seguros desde el punto de vista del rendimiento laboral y escolar y la conducción de vehículos, al presentar menos interacciones que los fármacos clásicos. Con todo. el efecto secundario más común en ambos casos, es el dolor de cabeza.

El problema es que gran parte de los antihistamínicos clásicos se venden en farmacias sin receta, y muchas personas que llevan utilizando este tipo de medicamento durante varios años, son reticentes a probar otro fármaco por temor a que no funcione igual de bien. Sin embargo, los especialistas recomiendan evitar este uso y consultar con el médico para informarse sobre las alternativas existentes.

Por otro lado, el hecho de que estén disponibles sin prescripción médica, puede llevar a creer que cualquiera los puede tomar, algo que no es cierto; ya que estos fármacos están contraindicados, por ejemplo, en personas con glaucoma, con problemas respiratorios como una bronquitis crónica, con hipertensión, con enfermedad tiroidea, o con cardiopatías.

Además, algunos de estos antihistamínicos son incompatibles con los medicamentos que se metabolizan en el hígado, como ocurre en el caso de numerosos antiinflamatorios.

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