El grupo de Alérgenos Vegetales de la Universidad Politécnica de Madrid, liderado por la catedrática Araceli Díaz Perales, ha descubierto que el daño en la piel activa rutas inflamatorias esenciales para el desarrollo de las alergias alimentarias.
En este sentido, la doctora Díaz ha indicado que "debido a la gran actividad que presenta, se lanzó la hipótesis de que quizás la piel podría encontrarse en el origen de diferentes enfermedades inflamatorias de gran incidencia en nuestra sociedad. Un ejemplo sería la alergia alimentaria, una patología potencialmente mortal que afecta al ocho por ciento de la población infantil en los países industrializados".
Los investigadores, que han publicado el estudio en la revista Scientific Reports, han usado ratones de experimentación para demostrar que someter la piel a un estrés prolongado, provoca cambios inmunológicos importantes. En este sentido, Diego Pazos Castro, investigador predoctoral que firma como primer autor en este trabajo, ha indicado que "cuando el daño es sostenido en el tiempo, comenzamos a detectar señales asociadas a estrés celular en la piel de estos ratones, como por ejemplo la proteína NLRP3".
Pazos ha afirmado que "la alergia alimentaria afecta al ocho por ciento de la población infantil en los países industrializados", para añadir que "cuando estas señales de estrés están presentes, la piel se vuelve especialmente sensible a los estímulos del medio".
A partir de ahí, según los especialistas, somos incapaces de discriminar qué nos hace daño y qué nos es beneficioso, y todo pasa por ser detectado como un enemigo. En ese momento, si nuestra piel entra en contacto con un alimento, va a tratar de defenderse contra algunas de las proteínas presentes en el mismo, y es así cómo empezaremos a desarrollar una alergia frente a él. A ese proceso, por el cual una persona sana se convierte en alérgica, lo llamamos sensibilización.
El codirector del trabajo, Jaime Tomé Amat, sostiene por su parte, que los resultados de este trabajo son importantes desde dos puntos de vista diferentes. En este sentido, ha expuesto que "el primero es la prevención, pues nos anima a mantener nuestra piel cuidada para evitar posibles alergias, ya que hoy en día las proteínas de origen alimentario se encuentran en muchos productos de higiene y, por tanto, la exposición a alimentos a través de este órgano es relativamente fácil. Y el segundo: el tratamiento, pues en el trabajo describimos cómo el uso de fármacos para bloquear la acción de NLRP3 alivia los síntomas relacionados con la alergia en animales de experimentación".
Los autores han advertido que todavía queda un largo camino por recorrer y que aún quedan muchas incógnitas por resolver alrededor de la alergia alimentaria, al tiempo que resaltan que la piel es solo uno más de los órganos involucrados en la sensibilización, y que otros epitelios de nuestro cuerpo, como el respiratorio o el presente en nuestro tracto digestivo, también pueden participar en el proceso y volvernos alérgicos cuando reciben señales de estrés o de peligro.