La urticaria solar, la erupción solar polimorfa y las fotodermatosis son las reacciones más comunes que podemos sufrir durante las vacaciones debido a la exposición al sol, por lo que seguramente te resultará interesante saber cómo prevenirlas.
Por lo general solemos asociar las alergias a la primavera, pero el verano es también constituye época de riesgo, ya que no se trata tanto de los problemas con el polen sino de aquellos relacionados con el cambio de hábitos y con la exposición al sol.
En vacaciones, hacemos más actividades fuera de casa y nos exponemos a más agentes con potencial alergénico, por tanto, se incrementa el riesgo de sufrir reacciones por el sol, el cloro de la piscina, algún alimento...etc. Por ello, es importante conocer cuáles son las más habituales, sobre todo en el caso de los niños, para poder prevenirlas y actuar correctamente en caso de que sea necesario.
En cuanto a la popularmente conocida como alergia al sol, según explica la doctora Cristina Ortega Casanueva, de la Unidad de Alergia y Neumología Infantil del Hospital Quirónsalud San José, “no se trata de un término del todo correcto, ya que no es realmente una alergia como tal, aunque se utiliza ese término por el papel que juega el sistema inmune. Entre estas reacciones relacionadas con el sol, se encuentran la urticaria solar, la erupción solar polimorfa o las fotodermatosis”.
En el caso de la urticaria solar, a los pocos minutos de la exposición al sol se produce enrojecimiento y habones (ronchas) que provocan picor. Las lesiones de urticaria son aplanadas o con relieve, pero sólidas: no tienen líquido en su interior, y desaparecen entre unos minutos y unas horas, dejando la piel completamente sana. Para prevenirlas, "se recomienda protegerse de la exposición al sol y si ya se ha producido esta reacción, puede ser recomendable usar antihistamínicos orales para reducir el picor y que desaparezcan las lesiones lo antes posible", recomienda la doctora.
En cuanto a la erupción solar polimorfa, se caracteriza por lesiones cutáneas variadas localizadas preferentemente en cara, cuello, escote, tórax, antebrazos y zona anterior de las piernas. Según señala Ortega Casanueva, "puede aparecer desde la infancia hasta los 30 años y suele durar varios días hasta su desaparición. Aparece con las primeras exposiciones solares y mejora a medida que la piel se broncea, con las exposiciones repetidas", y añade que "protegerse del sol y usar antihistamínicos suele ser suficiente para que desaparezca".
Con respecto a la fotodermatosis, un aspecto que debemos tener en cuenta es que ciertos bronceadores, perfumes, cremas solares, desodorantes y cosméticos en general, así como ciertos medicamentos, pueden provocar una sensibilización de nuestra piel frente a los efectos de la luz solar. Para evitarlo, es recomendable usar protectores solares de amplio espectro, que bloquean tanto los rayos ultravioleta A como los ultravioleta B. El índice de factor de protección solar debe ser al menos de 30, especialmente en el caso de los más pequeños. Para que resulte eficaz, debe aplicarse de forma correcta: media hora antes de salir de casa y procurando que cubra toda la piel, especialmente la cara, las manos y los pies. placeholder.
Una de las medidas importantes es evitar las horas de mayor radiación solar, que suelen ser entre las 12:00 y las 16:00. Además, se debe proteger a los niños con gorra y gafas de sol, a ser posible.
El cloro de las piscinas, otro producto habitual de los veranos, también puede darnos problemas, sobre todo en el caso de las personas con dermatitis atópica. "Este año, las piscinas están más cloradas (por las precauciones anticovid) y, por tanto, a los niños con dermatitis atópica o con pieles sensibles se les debe controlar el tiempo que permanecen en la piscina y, al salir, aclararles bien con agua sin cloro", indica la experta.
Otro posible riesgo lo encontramos en los helados, una dulce tentación para los más pequeños, pero que puede acarrear algún problema, sobre todo en los niños alérgicos a la leche, al huevo, a los frutos secos o a los aditivos. Según explica la especialista, “la leche es el ingrediente por excelencia en la fabricación de los helados. Los papás de los niños alérgicos deben leer con detenimiento las etiquetas y comprobar si contienen algún ingrediente problemático”. Si no estamos convencidos de que el helado sea seguro para el niño, es preferible no dárselo y recurrir a los ya conocidos y que sabemos que tolera, o a los de hielo convencionales.
En este sentido, tenemos que tener en cuenta que algunos helados artesanales, además de con leche, se elaboran con huevo, por lo que en la heladería debemos preguntar siempre por los ingredientes. También es muy habitual combinar helado y frutos secos, de forma que “los padres de niños alérgicos a frutos secos deben vigilar que los helados no tengan pedacitos (o trazas) de los mismos”, recomienda la especialista.
Finalmente, y aunque es una alergia mucho más excepcional, no hay que olvidar a aquellos niños alérgicos a los aditivos, por lo que se debe prestar atención a los helados con colores, olores y sabores novedosos y poco tradicionales, y ante la duda, siempre será preferible no innovar y que tomen los que ya hayan probado y comprobado que toleran.