Estos días los escolares de toda España comienzan la vuelta al cole tras unos largos meses de vacaciones, y ahora toca organizar horarios y planificar la composición de la mochila con todo el material escolar con el que trabajarán los más pequeños. Pero este material escolar, aparentemente inofensivo, podría esconder muchos alérgenos.
Algunos de estos productos contienen derivados alérgenos alimentarios como proteínas de leche de vaca, lactosa, huevo, frutos secos como el cacahuete, cereales como el trigo, gluten, sésamo, legumbres, sulfitos, pescados o crustáceos.
En las tizas, por ejemplo, hay caseína, una proteína presente en la leche; mientras que algunas ceras contienen grasa de cerdo, y hay en el mercado témperas que contienen soja, legumbres e incluso sirope de cereales.
Por otra parte, muchos rotuladores o pinturas de color rojo, usadas por los escolares y en ocasiones profesores a la hora de corregir, tienen como alérgeno oculto el colorante E-120, también llamado carmín, que no es sino ácido carmínico o extracto de cochinilla, que se obtiene por trituración de los cuerpos desecados de hembras de escarabajo.
Ante todos estos casos, la mejor prevención es identificar estos compuestos y, en caso de que provoquen alguna reacción, buscar alternativas, como evotar la ocasión evitando así el peligro.
La lectura del etiquetado es siempre necesaria, y también es aconsejable informar a los profesores de cuál es exactamente la alergia del niño y qué tratamiento se le debe administrar en caso de reacción.
De igual modo, los alérgenos pueden estar ocultos en algo tan sencillo como unas pinturas o unas pegatinas, y los niños se las llevan a la boca, las agarran, se pintan por la cara, se pegan las pegatinas en las manos… por eso, igual que leéis con cuidado el etiquetado de los alimentos, antes de comprar el material escolar, echadle también un vistazo a estos componentes.
